Jean M. Auel hace repaso de la serie que comenzó hace treinta años con El clan del oso cavernario. ¿Quieres saber cómo se documentó, que supone para ella esta saga y sus próximos retos? Pues sigue leyendo esta entrevista...
Sus novelas hablan de una civilización muy lejana. Pero, a pesar de ello, la mentalidad de Ayla es moderna.
Mis personajes tienen la misma sensibilidad que nosotros, ya que los habitantes de las cuevas fueron los primeros humanos modernos en Europa. He investigado tanto para crear mis personajes como para profundizar en otros aspectos de civilizaciones lejanas. He viajado a muchos de los lugares donde vivían nuestros antepasados, he conocido a numerosos expertos y he llegado a la conclusión, tal como reflejan los descubrimientos arqueológicos, de que los primeros humanos modernos, no sólo tenían el esqueleto como nosotros, sino que también en el resto de los aspectos eran como nosotros. A ellos debemos agradecerles muchas de nuestras habilidades. Sentían, mostraban las mismas reacciones psicológicas, el mismo talento artístico y la misma habilidad en el manejo del lenguaje que nosotros.
Los neandertales, ¿eran también tan semejantes a nosotros?
Aunque los neandertales siguen siendo los grandes desconocidos, sabemos que estaban mucho más evolucionados de lo que la mayoría se imagina. También eran humanos, tenían un cerebro, en promedio, mayor que el nuestro, pero había diferencias. Tan pronto fui consciente de estas diferencias, me di cuenta de que podría escribir una historia sobre una joven cromañón, criada por un clan de neandertales que busca el camino de regreso a su propia gente. La lucha de Ayla no es sólo una lucha moderna, es un tema universal. Es natural querer ser aceptado, querer pertenecer a la humanidad.
Usted es conocida mundialmente por su rigor al escribir sobre temas de investigación arqueológica. ¿Cuáles son sus fuentes?
La mayor parte de la información procede de mis horas en las bibliotecas, pero también he aprendido mucho preguntando, realizando cursos y viajando. Participé, por ejemplo, en un curso de supervivencia en el ártico, en el que pasamos una noche cobijados en la nieve y aprendimos como aguantar bajo un frío helador. En otro de los cursos que asistí Habilidades de los aborígenes descubrí, por un lado, cómo viven y, por otro, la manera de tratar una piel de venado para crear prendas de vestir. También realicé algunos seminarios para aprender a identificar plantas e incluso un curso de cocina con plantas silvestres. Las habilidades de Ayla como curandera se basan en una mezcla de libros de primeros auxilios, de manuales de hierbas medicinales y de numerosas conversaciones con doctores, médicos, enfermeras, paramédicos, etcétera.
¿Cuánto de ficción y cuánto de real encontramos en sus novelas?
Mis libros son ficción, pero están basados en hechos reales. De hace 30.000 años sólo nos quedan objetos hechos de piedra o hueso, ADN de restos de sangre de animales o el polen de plantas medicinales encontrado en tumbas neandertales.
También es apasionante sacar conclusiones de, por ejemplo, un esqueleto de neandertal. Estudiando los huesos podemos averiguar que el fallecido perdió un ojo a una edad muy temprana, tenía un brazo amputado y cojeaba. Con esas tres disminuciones está claro que este hombre no podía participar en las cacerías de mamuts. A partir de aquí nos hacemos una serie de preguntas interesantes: ¿quién le amputó el brazo? ¿Quién paró su hemorragia? ¿Cómo pudo sobrevivir con estas limitaciones físicas hasta la vejez? Obviamente, porque alguien cuidó de él. Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque
fue amado? ¿O quizá en su cultura los débiles y los heridos eran atendidos?
Sea lo que sea, lo que está claro es que nuestros antepasados no eran unos brutos.
Ayla es una de las grandes heroínas de la ficción actual. ¿Quiénes son sus heroínas en la literatura?
En realidad, no tengo ninguna. Cuando era niña me fascinaba la princesa del cuento de hadas Al este del Sol y al oeste de la Luna, que nos explicaba mi profesora favorita. En este relato, era el hombre quien estaba atrapado y la princesa, con sus habilidades, quien lo salvaba. Siempre me han encantado las historias de acción y aventuras, pero la acción estaba reservada para los hombres. Nunca pude identificarme con la protagonista que se limitaba a esperar sentada su liberación. No hubo una decisión consciente, pero cuando empecé a escribir, quise hacerlo sobre una mujer que hiciese cosas interesantes y, de esta manera, nació Ayla.
En su nuevo libro, las pinturas rupestres juegan un papel central. ¿Ha visitado alguna de las cuevas que usted describe?
Sí, he visitado todas las cuevas que aparecen en el libro, a excepción de una pequeña. Para este último título, me he inspirado especialmente en los yacimientos españoles que visité. El ambiente de las cuevas es indescriptible, y en ellas sentí una conexión muy fuerte con el artista que las realizó.
Después de más de 30 años el viaje de Ayla ha finalizado. ¿Cómo continuará su vida? ¿Puede usted realmente dejar a Ayla tranquila?
He investigado mucho y aún tengo muchas ideas pero, por el momento, ningún plan concreto. De lo que no me cabe ninguna duda es de que seguiré escribiendo.
Sus novelas hablan de una civilización muy lejana. Pero, a pesar de ello, la mentalidad de Ayla es moderna.
Mis personajes tienen la misma sensibilidad que nosotros, ya que los habitantes de las cuevas fueron los primeros humanos modernos en Europa. He investigado tanto para crear mis personajes como para profundizar en otros aspectos de civilizaciones lejanas. He viajado a muchos de los lugares donde vivían nuestros antepasados, he conocido a numerosos expertos y he llegado a la conclusión, tal como reflejan los descubrimientos arqueológicos, de que los primeros humanos modernos, no sólo tenían el esqueleto como nosotros, sino que también en el resto de los aspectos eran como nosotros. A ellos debemos agradecerles muchas de nuestras habilidades. Sentían, mostraban las mismas reacciones psicológicas, el mismo talento artístico y la misma habilidad en el manejo del lenguaje que nosotros.
Los neandertales, ¿eran también tan semejantes a nosotros?
Aunque los neandertales siguen siendo los grandes desconocidos, sabemos que estaban mucho más evolucionados de lo que la mayoría se imagina. También eran humanos, tenían un cerebro, en promedio, mayor que el nuestro, pero había diferencias. Tan pronto fui consciente de estas diferencias, me di cuenta de que podría escribir una historia sobre una joven cromañón, criada por un clan de neandertales que busca el camino de regreso a su propia gente. La lucha de Ayla no es sólo una lucha moderna, es un tema universal. Es natural querer ser aceptado, querer pertenecer a la humanidad.
Usted es conocida mundialmente por su rigor al escribir sobre temas de investigación arqueológica. ¿Cuáles son sus fuentes?
La mayor parte de la información procede de mis horas en las bibliotecas, pero también he aprendido mucho preguntando, realizando cursos y viajando. Participé, por ejemplo, en un curso de supervivencia en el ártico, en el que pasamos una noche cobijados en la nieve y aprendimos como aguantar bajo un frío helador. En otro de los cursos que asistí Habilidades de los aborígenes descubrí, por un lado, cómo viven y, por otro, la manera de tratar una piel de venado para crear prendas de vestir. También realicé algunos seminarios para aprender a identificar plantas e incluso un curso de cocina con plantas silvestres. Las habilidades de Ayla como curandera se basan en una mezcla de libros de primeros auxilios, de manuales de hierbas medicinales y de numerosas conversaciones con doctores, médicos, enfermeras, paramédicos, etcétera.
¿Cuánto de ficción y cuánto de real encontramos en sus novelas?
Mis libros son ficción, pero están basados en hechos reales. De hace 30.000 años sólo nos quedan objetos hechos de piedra o hueso, ADN de restos de sangre de animales o el polen de plantas medicinales encontrado en tumbas neandertales.
También es apasionante sacar conclusiones de, por ejemplo, un esqueleto de neandertal. Estudiando los huesos podemos averiguar que el fallecido perdió un ojo a una edad muy temprana, tenía un brazo amputado y cojeaba. Con esas tres disminuciones está claro que este hombre no podía participar en las cacerías de mamuts. A partir de aquí nos hacemos una serie de preguntas interesantes: ¿quién le amputó el brazo? ¿Quién paró su hemorragia? ¿Cómo pudo sobrevivir con estas limitaciones físicas hasta la vejez? Obviamente, porque alguien cuidó de él. Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque
fue amado? ¿O quizá en su cultura los débiles y los heridos eran atendidos?
Sea lo que sea, lo que está claro es que nuestros antepasados no eran unos brutos.
Ayla es una de las grandes heroínas de la ficción actual. ¿Quiénes son sus heroínas en la literatura?
En realidad, no tengo ninguna. Cuando era niña me fascinaba la princesa del cuento de hadas Al este del Sol y al oeste de la Luna, que nos explicaba mi profesora favorita. En este relato, era el hombre quien estaba atrapado y la princesa, con sus habilidades, quien lo salvaba. Siempre me han encantado las historias de acción y aventuras, pero la acción estaba reservada para los hombres. Nunca pude identificarme con la protagonista que se limitaba a esperar sentada su liberación. No hubo una decisión consciente, pero cuando empecé a escribir, quise hacerlo sobre una mujer que hiciese cosas interesantes y, de esta manera, nació Ayla.
En su nuevo libro, las pinturas rupestres juegan un papel central. ¿Ha visitado alguna de las cuevas que usted describe?
Sí, he visitado todas las cuevas que aparecen en el libro, a excepción de una pequeña. Para este último título, me he inspirado especialmente en los yacimientos españoles que visité. El ambiente de las cuevas es indescriptible, y en ellas sentí una conexión muy fuerte con el artista que las realizó.
Después de más de 30 años el viaje de Ayla ha finalizado. ¿Cómo continuará su vida? ¿Puede usted realmente dejar a Ayla tranquila?
He investigado mucho y aún tengo muchas ideas pero, por el momento, ningún plan concreto. De lo que no me cabe ninguna duda es de que seguiré escribiendo.
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