Manny Manello no quería que nadie conduciera su Porsche. De hecho, salvo el mecánico, nadie lo había hecho.
Esta noche, sin embargo, Jane Whitcomb estaba detrás del volante porque: uno, ella era competente y podría cambiar de marcha sin moler su transmisión en un árbol; dos, Jane había mantenido que el único modo de llevarlo a donde iban era si ella estaba al mando; y tres, él aún estaba conmocionado por ver a alguien que había enterrado salir de los arbustos con un ey-cómo-estás.
Tenía muchas preguntas. Un gran cabreo, también. Y, seh, tenía la esperanza de conseguir un lugar de paz, luz y sol y toda esa mierda ñoña, pero no estaba conteniendo la respiración por eso. Lo que era un tanto irónico. ¿Cuántas veces había mirado el techo durante la noche, todo repantigado en la cama con algún Lagavulin, rezando para que su ex jefa de trauma volviera?
Pero nunca había sucedido. Además de todas las mentiras sobre su muerte, estaba el anillo de bronce gris en su mano izquierda.
—Te has casado —dijo él.
Ella no lo miró, simplemente siguió conduciendo.
—Sí, así es.
Él miró por la ventanilla del coche, los esponjosos pinos y los mullidos robles que se alzaban hacia la luna.
—Moriste aquí —dijo con gravedad—. O al menos fingiste hacerlo.
Jane se aclaró la garganta.
—Siento que todo lo que tengo es un “lo siento”. Y eso apesta.
—No es una fiesta para mí tampoco.
Silencio. Más silencio. Pero él no era el único culpable si lo único que recibía a cambio era lo siento. Además, no estaba completamente en la ignorancia. Sabía que ella tenía un paciente que quería que él tratase… bueno, eso era todo, ¿no?
Después de que ella aparcase el Porsche, una puerta de acero se abrió y…
Una mirada al enorme tipo que salió y la cabeza de Manny explotó, el dolor detrás de los ojos fue tan intenso que se quedó inmóvil en el asiento, con los brazos cayendo a los lados y la cara contrayéndose por el dolor.
El aire que le golpeó olía a seco y vagamente como a tierra… pero había algo más. Colonia. Un olor a especias que estaba entre costoso y agradable, pero también sintió un curioso deseo de alejarse.
En una ola de dolor, sus ojos se pusieron blancos y estuvo a punto de vomitar.
—Tienes que liberarle la memoria —oyó que decía Jane.
Hubo un largo silencio. Y luego, de repente, el dolor se levantó hacia atrás como si fuera un velo y los recuerdos inundaron su mente.
Manny abrió los ojos y los clavó en esa cruel cara.
—Te conozco.
—Sácalo del coche —fue la única respuesta del de la perilla—. No confío en mí mismo para tocarlo.
Mientras el cerebro de Manny luchaba por ponerse al día con todo, al menos sus pies y sus piernas parecían empezar a funcionar bien. Y después de que Jane lo ayudara a ponerse en vertical, la siguió a ella y al enemigo de la barba de chivo hasta una instalación que era tan anodina y limpia como cualquier hospital. Había también varias cámaras de seguridad repartidas a intervalos regulares, como si el edificio fuese un monstruo con muchos ojos.
Finalmente, Jane se detuvo frente a un par de puertas dobles. Ella estaba nerviosa, y no le hizo sentir como si tuviera una pistola en la cabeza. Esto era algo personal, pensó. De alguna manera, lo que fuera que había al otro lado era importante para ella.
Manny entró en la sala de examen…
Oh… Dios mío.
Oh… Señor del cielo.
La paciente que había en la mesa estaba tan quieta como el agua y… era probablemente la cosa más hermosa que había visto nunca.
Finalmente ha sucedido, pensó. Toda su vida se había estado preguntando por qué nunca se había enamorado y ahora sabía la respuesta. Había estado esperando este momento, esta mujer, esta vez.
Esta mujer es mía, pensó.
Gracias a LadyG.
Esta noche, sin embargo, Jane Whitcomb estaba detrás del volante porque: uno, ella era competente y podría cambiar de marcha sin moler su transmisión en un árbol; dos, Jane había mantenido que el único modo de llevarlo a donde iban era si ella estaba al mando; y tres, él aún estaba conmocionado por ver a alguien que había enterrado salir de los arbustos con un ey-cómo-estás.
Tenía muchas preguntas. Un gran cabreo, también. Y, seh, tenía la esperanza de conseguir un lugar de paz, luz y sol y toda esa mierda ñoña, pero no estaba conteniendo la respiración por eso. Lo que era un tanto irónico. ¿Cuántas veces había mirado el techo durante la noche, todo repantigado en la cama con algún Lagavulin, rezando para que su ex jefa de trauma volviera?
Pero nunca había sucedido. Además de todas las mentiras sobre su muerte, estaba el anillo de bronce gris en su mano izquierda.
—Te has casado —dijo él.
Ella no lo miró, simplemente siguió conduciendo.
—Sí, así es.
Él miró por la ventanilla del coche, los esponjosos pinos y los mullidos robles que se alzaban hacia la luna.
—Moriste aquí —dijo con gravedad—. O al menos fingiste hacerlo.
Jane se aclaró la garganta.
—Siento que todo lo que tengo es un “lo siento”. Y eso apesta.
—No es una fiesta para mí tampoco.
Silencio. Más silencio. Pero él no era el único culpable si lo único que recibía a cambio era lo siento. Además, no estaba completamente en la ignorancia. Sabía que ella tenía un paciente que quería que él tratase… bueno, eso era todo, ¿no?
Después de que ella aparcase el Porsche, una puerta de acero se abrió y…
Una mirada al enorme tipo que salió y la cabeza de Manny explotó, el dolor detrás de los ojos fue tan intenso que se quedó inmóvil en el asiento, con los brazos cayendo a los lados y la cara contrayéndose por el dolor.
El aire que le golpeó olía a seco y vagamente como a tierra… pero había algo más. Colonia. Un olor a especias que estaba entre costoso y agradable, pero también sintió un curioso deseo de alejarse.
En una ola de dolor, sus ojos se pusieron blancos y estuvo a punto de vomitar.
—Tienes que liberarle la memoria —oyó que decía Jane.
Hubo un largo silencio. Y luego, de repente, el dolor se levantó hacia atrás como si fuera un velo y los recuerdos inundaron su mente.
Manny abrió los ojos y los clavó en esa cruel cara.
—Te conozco.
—Sácalo del coche —fue la única respuesta del de la perilla—. No confío en mí mismo para tocarlo.
Mientras el cerebro de Manny luchaba por ponerse al día con todo, al menos sus pies y sus piernas parecían empezar a funcionar bien. Y después de que Jane lo ayudara a ponerse en vertical, la siguió a ella y al enemigo de la barba de chivo hasta una instalación que era tan anodina y limpia como cualquier hospital. Había también varias cámaras de seguridad repartidas a intervalos regulares, como si el edificio fuese un monstruo con muchos ojos.
Finalmente, Jane se detuvo frente a un par de puertas dobles. Ella estaba nerviosa, y no le hizo sentir como si tuviera una pistola en la cabeza. Esto era algo personal, pensó. De alguna manera, lo que fuera que había al otro lado era importante para ella.
Manny entró en la sala de examen…
Oh… Dios mío.
Oh… Señor del cielo.
La paciente que había en la mesa estaba tan quieta como el agua y… era probablemente la cosa más hermosa que había visto nunca.
Finalmente ha sucedido, pensó. Toda su vida se había estado preguntando por qué nunca se había enamorado y ahora sabía la respuesta. Había estado esperando este momento, esta mujer, esta vez.
Esta mujer es mía, pensó.
Gracias a LadyG.
AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!
ResponderEliminarOMG! OMG! OMG! ME VOY A MORIR!!!!
ya quiero que salga!!!